Un suelo radiante está constituido por una red de tubos uniformemente distribuida bajo el pavimento. Por su interior fluye agua a una temperatura moderada, de entre 35ºC y 45ºC,a diferencia de los 70 a 90ºC de los sistemas que utilizan los radiadores.
Como el calor se distribuye por el suelo, se consigue un gradiente de temperaturas ideal para el confort humano, manteniendo los pies calientes y la zona de la cabeza templada. En los sistemas de calefacción habituales, el aire caliente tiende a situarse cerca del techo, mientras que la mayor necesidad térmica se sitúa cerca del suelo. Al calentar el suelo se cubren esas necesidades, sin tener que calentar el aire del techo innecesariamente. Esto, sumado al gradiente de temperaturas, favorece el ahorro energético.
Adicionalmente, el hecho de trabajar a baja temperaturas no reseca el ambiente ni las mucosas nasales. Y la baja velocidad a la cual se eleva el aire calentado no levanta polvo ni microorganismos. El montaje de un suelo radiante consiste en la colocación en primer lugar de una o varias capas aislantes de poliestireno expandido o de material reflectante que impiden que el calor se pierda y fluya hacia abajo. Sobre esta capa aislante, se sitúan los circuitos de tubo por los que circula el agua de calefacción.
A continuación se cubre el conjunto con mortero para, una vez fraguado, colocar finalmente el pavimento. El conjunto de cemento y pavimento se ve afectado por una dilatación debida al aumento de temperatura del suelo. Para evitar problemas en el pavimento se coloca un sistema de seguridad -cinta perimetral- que absorbe esa dilatación. En cuanto al pavimento, es preferible colocar baldosas de gres o terrazo por su mejor conductividad térmica, aunque también es posible utilizar otro tipo de materiales, como moqueta o parquet.
La correcta regulación de una instalación de suelo radiante garantiza que la temperatura del pavimento no supere los 29ºC -temperatura máxima según norma europea -NE-En 1264-2. De este modo, se evitan posibles problemas circulatorios -varices- debidos a una temperatura excesiva del suelo.
Ventajas.
• Recibe subvenciones.
• Saludable: no levanta polvo ni corrientes de aire. No reseca la garganta, al contrario que otros sistemas de calefacción, por lo que es recomendado para ser instalado en hospitales, residencias de ancianos y otras instalaciones colectivas.
• Ahorra combustible, y por lo tanto, disminuye los costes. Se trata de un sistema que trabaja a una temperatura más baja que los radiadores de metal por diversos motivos. Entre ellos, que al ocupar mucha mayor superficie, no necesita calentar tanto el circuito hidráulico.
• Eficiente: calefacta o refrigera en la parte inferior de la habitación, donde nos movemos; al no tener que calentar todo el volumen de la habitación, como hacen los radiadores, no es necesario consumir tanta energía.
• Invisible: al estar bajo el suelo, no se ve absolutamente nada.
• Seguro: no existe el peligro de golpearse contra esquinas.
• Regulable: en el suelo radiante, al igual que los radiadores, se puede regular la temperatura por zonas.
• Confortable: se trata del sistema emisor de calefacción que mejor reparte el calor por la habitación, ya que al ser emitido desde el suelo, la emisión es mucho más homogénea y se encuentra siempre cerca de nuestro cuerpo.
• Cómodo: no molesta, disponemos del espacio completo de la habitación para colocar nuestros muebles, frente a la instalación del radiador, que siempre ocupa una de las paredes.
• Familiar: es especialmente recomendable donde hay niños, por todas las ventajas que ofrece: los niños gatean frecuentemente por el suelo. Con suelo radiante, no corren el peligro de golpearse contra esquinas, y tampoco entran en contacto con un suelo frío.
• Climatización integral: se puede utilizar la misma instalación para calefacción y para refrigeración, con la consiguiente comodidad y ahorro de costes en la instalación.